Las calaveras
literarias son versos populares en forma de rimas escritas de manera chusca,
divertida, satírica y crítica donde se hace referencia a alguna cualidad o
defecto de un personaje o de asuntos de interés general o que están de moda,
irreverentemente y con una escritura ligera.
Comenzó como una
burla de la propia muerte, pero después se amplió a políticos, funcionarios y
otros personajes públicos. Son especialmente frecuentes y valoradas en México
formando parte importante de la tradición de Día de Muertos.
Tienen su origen
con los epitafios de Jorge Manrique (1440-1479), las primeras calaveras se
publicaron en la segunda mitad del Siglo XIX, a modo de caricaturas. Estas
imágenes fueron acompañadas con versos, en los que se describían de manera
jocosa los motivos de su muerte.
Hoy en día todos
las podemos escribir y pasar un momento divertido haciéndolas, a continuación
te damos algunos tips para escribir tu propia calavera del Día de Muertos.
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La tradición de escribir “calaveras” se trata más bien de un desquite
satírico que por lo regular se compone de uno o más cuartetos rimados, dirigido
a un personaje específico y reconocido por la comunidad. Y la fecha de la
festividad de Muertos y Todos santos, viene como anillo al dedo para
ejercer la malicia de matar en vida, precisamente, a los vivos que nos
incomodan. En otras palabras, primeramente, hay que escoger a una persona para
poder dedicarle la calavera.
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Basta la herramienta del lenguaje pero siempre aplicada con el sentido
de la malicia. A los aludidos se les mata con gracia y se manifiestan los
defectos o los atributos más sobresalientes del personaje en cuestión.
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Una vez definido el nombre (personaje) hay que devanarse un poco los
sesos para encontrar la infamia. Personaje e infamia son los dos primeros
ingredientes para escribir una calavera; claro todo con simpatía.
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Ya tenemos los elementos básicos para comenzar a trabajar los versos de
una calavera. Ahora viene el trabajo de mesa. Se trata de escribir cuatro
versos cuyas palabras finales rimen la del primero con el tercero y la del
segundo con el cuarto... es decir buscar un patrón en el lenguaje utilizando
los mismos tipos de verbos
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Las rimas no tienen por qué ser rigurosamente idénticas con las últimas
terminaciones de la palabra final de cada verso. Aquí aplica, por ejemplo:
“0sa”/”Rosa”. Para ello el lenguaje demuestra que se trata de un ente abstracto
que bien aplicado tiende a crear imágenes en cada lector.
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Una manera de cuadrar a la perfección un cuarteto versado es componerlo
con treinta y dos sílabas, repartidas en ocho sílabas por verso. Hay que echar
mano de algo divertido porque requiere la capacidad numérica, además de la
competencia de lenguaje: la métrica.
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La métrica, como todo arte, está llena de mañas y exquisiteces. ¿Cómo es
posible que una historia tenga cabida en tan sólo treinta y dos sílabas? Lo es.
Sólo como ejemplo, acudamos a un poema de Mario Benedetti: No lo creo
todavía/ estás llegando a mi lado/ y la noche es un puñado/ de estrellas y
alegría. A que sí. Ahora ejercita tu memoria y prueba con estrofas de
canciones o versos rimados.
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La maña más exacta y perfecta de la métrica aplicada al idioma español
tiene un punto de partida esencial, se conoce como “Ley del acento”. Todas las
palabras que empleamos poseen una sílaba fuerte y las restantes son débiles.
Cuando las palabras se tildan (acentúan) hay que tomar en cuenta que para
medirlas igualan, pierden o ganan una sílaba. Muy rápido, la “ley del acento”
aplicada a la métrica es muy clara: a las palabras esdrújulas se les resta una
sílaba, las palabras graves no sufren alteraciones en relación con el verso; a
las palabras agudas hay que sumar una sílaba.
¿Suena divertido no? Ahora ¡que esperas!,
intenta crear tu propia calavera y en una de esas hasta descubres tus dotes
literarias...