viernes, 26 de octubre de 2012

¿De dónde viene la tradición del día de muertos?




En nuestro País es todo un misticismo y una bien arraigada tradición, la celebración del día de muertos. Ya nuestros antepasados mexicanos celebraban esta tradición y veneraban a los muertos como búsqueda de la vida. También la Iglesia los recuerda.

Entre las civilizaciones mesoamericanas, como los Mexicas o Aztecas, se creía que la muerte no era el final, sino un paso hacia un estado mejor. Observaban cómo la naturaleza moría y volvía a la vida pero los hombres no. Ese era el gran misterio que infundía temor y, de ese temor nace el culto a los muertos.
A pesar de la similitud con la creencia cristiana, existen diferencias importantes. Una de ellas es que al Mictlán van todos los muertos sin importar cómo se portaron en este mundo (No existía el concepto de "buenos" y "malos", por lo tanto no se trataba de premios y castigos). Sin embargo, no todos los muertos eran iguales, muchos de ellos se convertían en dioses, según hubiera sido su muerte. Los guerreros muertos en combate, se convertían en aves de plumaje muy colorido, que tenían la misión de acompañar al sol en su recorrido diario, especialmente al amanecer y en el atardecer.

Las mujeres que morían en su primer parto, recibían el nombre de Cihuateteo, y también tenían un lugar especial en el Mictlán, de esa manera rendían homenaje, tanto a la guerra como a la fertilidad (no debemos olvidar que fueron civilizaciones fundamentalmente guerreras).

Los sacrificios humanos también tenían una función ritual: los prisioneros de guerra eran sacrificados porque pensaban que el sol necesitaba alimentarse con sangre para que tuviera la energía necesaria y así continuar su movimiento.

Mientras esto sucedía, los dioses se llevaban a los muertos a un lugar al que llamaban Mictlán, que significaba “lugar de la muerte” o “residencia de los muertos” para purificarse y seguir su camino, pero el viaje era muy peligroso. Los muertos tenían que atravesar un río muy profundo, escalar montañas, pelear con fieras salvajes, etc. Por eso, cuando moría una persona era enterrada con una ofrenda, que consistía en su ropa, guaraches, cuchillos de obsidiana, comida y bebida suficiente para el viaje, un perro que los acompañara, y si el muerto era un personaje importante, lo enterraban con algunos sirvientes y otras cosas necesarias. Hasta que los dioses consideraran que habían alcanzado cierto grado de perfección.

Ellos creían que cada año regresaban (aproximadamente en la primera semana de noviembre en nuestro calendario). En un determinado tiempo los espíritus inferiores y superiores abrían las puertas en un día santo para que los muertos (guerreros, asesino, ladrones, etc) salieran a cosechar algo, y pudieran gozar. Así los familiares visitaban la urna donde habían depositado los restos de sus muertos, hacían un camino con pétalos de flor de cempazuchitl para que los muertos pudieran llegar al altar de ofrendas donde les ofrecían una comida y bebida para el regreso.

Así pues, nuestra conmemoración a los fieles difuntos comienza en un anhelo profundamente humano de la búsqueda del Dios de la vida y de Jesús, que es el camino, la verdad y la vida, pasando de la religiosidad natural a la piedad popular.

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