El juego es el lugar privilegiado para el desarrollo de las relaciones sociales.
Un bebé necesita jugar desde los primeros meses, siendo en este tiempo sus manos y pies, sus juguetes favoritos; el juego se puede considerar casi tan importante como comer, ya que el juego, al igual que los alimentos ayudan a un buen desarrollo.
Educar a los niños a través del juego es un gran acierto ya que dicho juego bien orientado es una fuente de grandes provechos.
A veces como adultos, pensamos que el juego en los niños es demasiado infantil como para darle un lugar importante, pero no es así para los niños, jugar es la actividad que lo abarca todo en su vida: trabajo, entretenimiento, adquisición de experiencias, forma de explorar el mundo que le rodea, etc.
Para ser verdaderamente educativo, el juego debe ser variado y ofrecer problemas a resolver progresivamente más difíciles y más interesantes.
El juego simbólico aparece aproximadamente a los dos años de edad y cumple estas funciones:
1. Asimilación de la realidad: mediante estos juegos el niño revive experiencias que le han sido gratas (fiestas, espectáculos,...) y las reproduce a su modo, como situaciones desagradables, agradables, difíciles o imposibles, juegos de guerra, médicos, operaciones, etc.
2. Preparación y superación de situaciones: A los pequeños les gustan los papeles que entrañan realizaciones futuras, que ellos esperan convertir en experiencias, les encantan sentirse aviadores, conductores, vendedores, enfermeras, etc... Todos estos juegos contribuyen a la aceptación de realidades alegres, tristes o enigmáticas, favorecen el desarrollo mental y emocional del niño.
3. La expresión del pensamiento y de los sentimientos subjetivos: Piaget llega a concluir que el juego simbólico es la forma de pensar del niño.