Hay que aceptarlos con esa condición, hay que criarlos con esa idea, hay
que asumir esa realidad.
No es que se van… es que la vida se
los lleva.
Ya no eres su centro.
Ya no eres propietario, eres
consejero.
No diriges, aceptas.
No mandas, acompañas.
No proyectas, respetas.
Ya necesitan otro amor, otro nido y
otras perspectivas.
Ya les crecieron alas y quieren
volar.
Ya les crecieron raíces y maduraron
por dentro.
Ya les pasó las borrascas de la
adolescencia y tomaron el timón.
Ya miraron de frente la vida y
sintieron el llamado para vivirla por su cuenta.
Ya saben que son capaces de las
mayores aventuras y de la más completa realización.
Ya buscarán un amor que los respete,
que quiera compartir sin temores ni angustias las altas y las bajas en el
camino, que les endulce el recorrido y los ayude en el fin que quieren conseguir.
Y si esa primera experiencia fue
equivocada, tendrán sabiduría y las fuerzas para soltarla, así, otro amor les
llegará para compartir sus vidas en armonía.
Tienen un camino y quieren
explorarlo, lo importante es que sepan desandarlo, tienen alas y quieren
abrirlas.
Lo importante es el corazón
sensible, la libertad asumida y la pasión a flor de piel.
Tú quedas adentro. En el cimiento de
su edificio, en la raíz de su árbol, en la corteza de su estructura, en lo
profundo de su corazón. Tú quedas atrás. En el beso que les mandas. En la
oración que los sigue. Tú quedas siempre en su interior, aunque cambies de
lugar.
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