Enunciamos
las grandes ideas que sirven de guía a los padres en la maravillosa tarea de
educar a sus hijos. Pero vale hacer una advertencia: de nada servirá poner en
práctica todos estos consejos si no hay una base de amor y comprensión. Estos
10 pilares necesitan un buen cimiento: un hogar donde haya alegría, respeto y
comunicación. Padres que estén disponibles física y mentalmente para sus hijos;
padres que al llegar a la casa dejen a un lado su cansancio y preocupaciones,
que sepan mirar el interior de sus hijos, que sean capaces de sonreír y
disfrutar de estar en familia.
Primer
Principio
Si
quieres cosechar, siembra a tiempo
Al
nacer, nuestros hijos son como una pequeña semilla llena de futuras promesas.
Podrán ser como un gran árbol frondoso, de sólidas raíces y sabrosos frutos.
Pero también, pueden crecer torcidos, ser muy vulnerables a los azotes del
viento y las pestes y en definitiva no dar nunca los frutos que de ellos se
esperaban.
Con
la exitosa fórmula de cariño y exigencia, los padres debemos educarlos en la
gran riqueza de las virtudes humanas desde el primer instante de sus vidas.
Esperar a la hora de la razón es llegar, definitivamente, tarde.
Palabras
del experto: Hay que saber que el 80% de las ideas pueden asentarse antes de
los diez años; que es preferible un año antes, que un día después, pues eso ya
es tarde; y que antes de los diez años es más fácil hablar con los hijos y ser
escuchados, porque después de los doce, el tema se pone más difícil”. Fernando
Corominas, Pdte. del Instituto Europeo de Estudios de la Educación.
Para
el bronce: Lo que no aprende Juanito, no lo sabrá nunca Juan. Refrán popular
alemán.
Segundo
Principio
Educa
en vista al ser humano que quieres formar
Los
padres pueden verse atrapados por la inmediatez del diario vivir, sin haber
reflexionado en torno al ser humano que quieren formar.
Fórmula
negativa: Hay familias en que se arma gran escándalo porque se rompió un
jarrón, pero no cuando se desobedece o grita a la nana. Hay papás que tienen
tiempo para abnegadamente llevar y traer de dentistas y fiestas, pero nunca se
han dado el tiempo, o el valor, para conversar sobre la mala influencia de un
ambiente. Hay padres que con esfuerzo y sacrificio mantienen una despensa
abundante para que no falte nada (léase también mantener un máximo nivel de
panoramas, ropa, auto, etc.) pero que no han pensado en cómo educar a ese hijo
para el trabajo y en virtudes aparejadas a él como el esfuerzo, la sobriedad,
la solidaridad, el servicio, la generosidad. Tienen, aunque suene duro, un
pobre proyecto del hijo que se está educando: se pierden en mil detalles y
descuidan lo grande.
Fórmula
positiva: La forma de enfrentar temas como permisos, castigos, conversaciones,
estudios… es muy distinta cuando se tiene claro el proyecto de ser humano que
se quiere formar. Se premiará el esfuerzo de un hijo y no la nota; se castigará
la falta de respeto con la hermana y no el haber llegado media hora tarde del
colegio por un imprevisto.
Tercer
Principio
El
ejemplo y la unidad de criterio son claves
Educar
es educarse. Exigir a los hijos es primero autoexigencia. El buen ejemplo es
contagioso, arrastra.
La
unidad de criterio entre el padre y la madre es lo que da seguridad a los
hijos, En la práctica esto significa que los padres pueden tener distintas
opiniones sobre cómo ayudar a un hijo o enfrentar un problema, pero una vez que
se han puesto de acuerdo en ese "cómo", ambos actúan unidos. No hay
un cónyuge cómplice de un hijo en oposición al otro; el hijo no puede manipular
a uno de los padres con la debilidad del otro.
Idea
clave: Los padres deben educar con intencionalidad educativa, que se concreta
en darse el tiempo para conocer a cada hijo, para conversar marido y mujer a
solas y sin prisa sobre cada uno de ellos. De este modo es posible fijarse
objetivos a corto plazo, pequeños, concretos- y a largo plazo, que se refieren
al bien ser de ese hijo. Sólo así los padres evitarán reducir la acción
educativa a la crianza, la nutrición y la información, omitiendo la parte más
importante: hacer de ese hijo un hombre pleno, maduro, responsable.
Dijeron:
Juan
Pablo II: Mi padre fue una persona admirable… era tan severo consigo mismo, que
no necesitaba serlo con su hijo. Bastaba su ejemplo para enseñar la disciplina
y el sentido del deber.
Tomás
Moro: Una vez vuelto a casa, hay que hablar con la mujer, hacer gracias a los
hijos, cambiar impresiones con los criados. Todo ello forma parte de mi vida y
hay que hacerlo, a no ser que quieras ser un extraño en tu propia casa. Hay que
entregarse a quienes la naturaleza o uno mismo ha elegido como compañeros.
Cuarto
Principio
Educa
a los hijos individualmente, no en grupo
La
ley pareja no corre en la educación de los hijos. Justicia es dar a cada uno lo
que le corresponde: en el caso de los hijos hay que dar a cada cual diferentes
tiempos, reglas, tratos, según sus necesidades, carácter, sexo, edad, ubicación
dentro de la familia, etcétera.
Sólo
así se buscará el bien de cada uno, ayudándole en su proceso personalísimo de
mejora, de modo que luche por superar sus debilidades y reforzar sus
características positivas.
Sea
por comodidad, educar a todos como un todo, o por un errado concepto de
justicia, trato igualitario, se caen en serias injusticias que en nada apuntan
a ese ser mejor que todo padre desea y busca para sí y para cada uno de sus
hijos.
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