martes, 10 de diciembre de 2013

10 consejos para educar (primera parte)

Enunciamos las grandes ideas que sirven de guía a los padres en la maravillosa tarea de educar a sus hijos. Pero vale hacer una advertencia: de nada servirá poner en práctica todos estos consejos si no hay una base de amor y comprensión. Estos 10 pilares necesitan un buen cimiento: un hogar donde haya alegría, respeto y comunicación. Padres que estén disponibles física y mentalmente para sus hijos; padres que al llegar a la casa dejen a un lado su cansancio y preocupaciones, que sepan mirar el interior de sus hijos, que sean capaces de sonreír y disfrutar de estar en familia.

Primer Principio
Si quieres cosechar, siembra a tiempo
Al nacer, nuestros hijos son como una pequeña semilla llena de futuras promesas. Podrán ser como un gran árbol frondoso, de sólidas raíces y sabrosos frutos. Pero también, pueden crecer torcidos, ser muy vulnerables a los azotes del viento y las pestes y en definitiva no dar nunca los frutos que de ellos se esperaban.
Con la exitosa fórmula de cariño y exigencia, los padres debemos educarlos en la gran riqueza de las virtudes humanas desde el primer instante de sus vidas. Esperar a la hora de la razón es llegar, definitivamente, tarde.
Palabras del experto: Hay que saber que el 80% de las ideas pueden asentarse antes de los diez años; que es preferible un año antes, que un día después, pues eso ya es tarde; y que antes de los diez años es más fácil hablar con los hijos y ser escuchados, porque después de los doce, el tema se pone más difícil”. Fernando Corominas, Pdte. del Instituto Europeo de Estudios de la Educación.
Para el bronce: Lo que no aprende Juanito, no lo sabrá nunca Juan. Refrán popular alemán.

Segundo Principio
Educa en vista al ser humano que quieres formar
Los padres pueden verse atrapados por la inmediatez del diario vivir, sin haber reflexionado en torno al ser humano que quieren formar.
Fórmula negativa: Hay familias en que se arma gran escándalo porque se rompió un jarrón, pero no cuando se desobedece o grita a la nana. Hay papás que tienen tiempo para abnegadamente llevar y traer de dentistas y fiestas, pero nunca se han dado el tiempo, o el valor, para conversar sobre la mala influencia de un ambiente. Hay padres que con esfuerzo y sacrificio mantienen una despensa abundante para que no falte nada (léase también mantener un máximo nivel de panoramas, ropa, auto, etc.) pero que no han pensado en cómo educar a ese hijo para el trabajo y en virtudes aparejadas a él como el esfuerzo, la sobriedad, la solidaridad, el servicio, la generosidad. Tienen, aunque suene duro, un pobre proyecto del hijo que se está educando: se pierden en mil detalles y descuidan lo grande.
Fórmula positiva: La forma de enfrentar temas como permisos, castigos, conversaciones, estudios… es muy distinta cuando se tiene claro el proyecto de ser humano que se quiere formar. Se premiará el esfuerzo de un hijo y no la nota; se castigará la falta de respeto con la hermana y no el haber llegado media hora tarde del colegio por un imprevisto.


Tercer Principio
El ejemplo y la unidad de criterio son claves
Educar es educarse. Exigir a los hijos es primero autoexigencia. El buen ejemplo es contagioso, arrastra.
La unidad de criterio entre el padre y la madre es lo que da seguridad a los hijos, En la práctica esto significa que los padres pueden tener distintas opiniones sobre cómo ayudar a un hijo o enfrentar un problema, pero una vez que se han puesto de acuerdo en ese "cómo", ambos actúan unidos. No hay un cónyuge cómplice de un hijo en oposición al otro; el hijo no puede manipular a uno de los padres con la debilidad del otro.
Idea clave: Los padres deben educar con intencionalidad educativa, que se concreta en darse el tiempo para conocer a cada hijo, para conversar marido y mujer a solas y sin prisa sobre cada uno de ellos. De este modo es posible fijarse objetivos a corto plazo, pequeños, concretos- y a largo plazo, que se refieren al bien ser de ese hijo. Sólo así los padres evitarán reducir la acción educativa a la crianza, la nutrición y la información, omitiendo la parte más importante: hacer de ese hijo un hombre pleno, maduro, responsable.
Dijeron:
Juan Pablo II: Mi padre fue una persona admirable… era tan severo consigo mismo, que no necesitaba serlo con su hijo. Bastaba su ejemplo para enseñar la disciplina y el sentido del deber.
Tomás Moro: Una vez vuelto a casa, hay que hablar con la mujer, hacer gracias a los hijos, cambiar impresiones con los criados. Todo ello forma parte de mi vida y hay que hacerlo, a no ser que quieras ser un extraño en tu propia casa. Hay que entregarse a quienes la naturaleza o uno mismo ha elegido como compañeros.

Cuarto Principio
Educa a los hijos individualmente, no en grupo
La ley pareja no corre en la educación de los hijos. Justicia es dar a cada uno lo que le corresponde: en el caso de los hijos hay que dar a cada cual diferentes tiempos, reglas, tratos, según sus necesidades, carácter, sexo, edad, ubicación dentro de la familia, etcétera.
Sólo así se buscará el bien de cada uno, ayudándole en su proceso personalísimo de mejora, de modo que luche por superar sus debilidades y reforzar sus características positivas.

Sea por comodidad, educar a todos como un todo, o por un errado concepto de justicia, trato igualitario, se caen en serias injusticias que en nada apuntan a ese ser mejor que todo padre desea y busca para sí y para cada uno de sus hijos.

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